En una tranquila noche caribeña, la luna llena iluminaba el cielo despejado, proyectando su resplandor plateado sobre las serenas aguas del mar. La brisa marina acariciaba suavemente la piel, llevando consigo el aroma salino característico de la costa dominicana.
En el prestigioso Club Naval Para Oficiales, ubicado en Santo Domingo Este, nos encontrábamos en un rincón apartado de la terraza, donde la vista al océano era simplemente espectacular. El suave murmullo de las olas rompiendo en la orilla se mezclaba con las notas de una melodía de jazz que flotaba en el ambiente, creando una atmósfera íntima y relajante.
Con una copa de vino tinto en mano, brindamos por el momento compartido, por las risas y las confidencias. La conversación fluía de manera natural, tocando temas profundos y triviales, mientras las estrellas parecían parpadear en aprobación desde el firmamento.
Decidimos compartir un habano, cuya fragancia terrosa se mezclaba con el aire marino, añadiendo una capa más de sensaciones a la velada. Cada bocanada era un ritual compartido, una pausa para saborear el presente y grabar en la memoria cada detalle de esa noche mágica.
El tiempo parecía detenerse en aquel rincón del Club Naval, donde la combinación de la luna, la música, el mar y la compañía perfecta crearon una experiencia inolvidable, una de esas noches que se atesoran en el corazón para siempre.