La vida es un constante navegar entre la visión y el horizonte. La visión nos permite soñar, proyectarnos y construir el camino que queremos recorrer. Es esa chispa interna que nos impulsa a seguir adelante, a pesar de las tormentas y las mareas que intentan desviarnos.
El horizonte, en cambio, es ese punto lejano que parece inalcanzable, pero que siempre nos llama a avanzar. Nos recuerda que, aunque el destino final puede parecer incierto, cada paso que damos nos acerca un poco más a nuestras metas.
En la imagen, yo observo el horizonte, con el sol dibujando siluetas doradas sobre el agua. Mi postura refleja contemplación, quizá gratitud, tal vez el deseo de ir más allá. El sombrero que llevo es un símbolo de protección, y el bolso que cargo representa las experiencias y aprendizajes que llevo conmigo.
Así es la vida: una combinación entre lo que soñamos y lo que alcanzamos. A veces, el horizonte nos desafía; otras veces, nos guía con suavidad. Pero lo importante es no dejar de mirar hacia adelante, con la certeza de que cada día es una oportunidad para acercarnos a la mejor versión de nosotros mismos.
¿Qué ves tú cuando miras tu horizonte?